miércoles, 4 de mayo de 2011

El Gran Doctor

No diré el nombre de mi amiga, que está experimentando momentos emocionalmente muy extraños, muy contados por otro. No diré el nombre de mi amiga porque es mi amiga y porque su padre es muy conocido, es el Gran Doctor.

El otro día le sorprendió en actitud escondida en la entrada a un bloque de pisos vecino al suyo. Ya os imagináis, en una zona de semioscuridad donde las parejas adolescentes juegan a soñar que un día tendrán un piso. Le pilló practicando algo muy sucio y vio como pagaba a su acompañante al despedirse. Todo en clave profesional, con movimientos y gestos muy naturalizados.

Tras un par de días no resistió hablar con su padre, quien declaró cierta su adicción a que le metieran un dedo ajeno en la nariz, a sentir la textura dactilar extraña, esa huella que no cuadra con la memoria de tu nariz, contaminada y desconocida, su fijación por los dedos del pie, le dio mil detalles  y estuvo justificando largo rato su práctica con la naturalidad con que receta paracetamol.


Hay algo oscuro en todo esto, no sé, alto torcido. Quizás después de arreglar a tanta gente, se nos ha roto el Gran Doctor.


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