miércoles, 29 de junio de 2011

Número 87






Cada noche aquel vigilante jurado hacía su ronda y se sentaba en el suelo de la plaza de garaje número 87 a comer cebolla cruda y sin pelar. No me preguntéis por qué.

Nadie se atrevió nunca a perturbar la paz de aquellas noches vigiladas. No me preguntéis por qué.

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