martes, 8 de noviembre de 2011

La peluca



No sé muy bien por qué, pero a la gente le avergüenza usar peluca. Quizás es como reconocer muchas cosas a un tiempo: que te falta pelo, que no te gusta, que no te aceptas sin pelo y que te preocupa lo suficiente como para ir a una tienda, probar varios modelos, testar la suavidad de la peluca, mirarte al espejo mientras el vendedor te mira también sobre tu hombro y confirma o no tu elección. Esas miradas encontradas en el espejo.

Quizás también lo que más duela es ser descubierto en la impostura. Es como si las tetas de silicona pudieran desprenderse repentinamente, el problema está en que podríamos ver cómo eres sin esas tetas compradas, no en las tetas en sí. El acento recae en que dices algo de ti que se desmiente y podemos contrastar como eres y cómo te gustaría ser. Te quedas muy desnudo ahí.

Mi vecino sabe mucho de todo esto y se ha comprado una peluca imperfecta, con pelos largos y calvas, una peluca muy alopécica que salva todos las dificultades mencionadas. Es una peluca poco ambiciosa, una gran coartada de calvo ¿cómo va a llevar peluca? puede pensar cualquier y si la pierde, tampoco nos ha colado una muy grande. Ha sido muy respetuoso en sus aspiraciones, se le quiere un poco más.

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